jueves, 12 de enero de 2012

El jardín de los tulipanes muertos (13 abril 2007)

En este jardín puedes pisar las plantas. No te preocupes si te manchas las suelas de tus zapatos con la tinta roja que dejan los pétalos de estos tulipanes al romperse; tulipanes que un día se alzaron al sol y bailaron con la brisa. No te molestes en sortear las matas de lavanda que un día llenaron de olores violetas este parque. Ni te inmutes si bajo tus pasos percibes la agonía de la tierra suplicando un poco de agua. Son vegetales. No son como tú, personita pensante. Y lo sabes.

Personita pensante y homicida. Coches, tecnología, ordenadores… Te sientes potencialmente importante dentro de este mundo tan insulso. Te gusta llevar contigo el último modelo de teléfono móvil, conducir tu coche a toda velocidad y, con eso que llamas música, a todo volumen – como si así demostraras que eres un Súperhombre. Te gusta sentirte importante, que hablen de ti aunque sea mal, que te miren cuando paseas a tu bulldog por la calle.  

No importa que pises este jardín…total, ya están todos los tulipanes muertos.

Duele (13 abril 2007)

Duelen las losetas grises del suelo en los ojos cuando caminas con la cabeza gacha. Duelen los dientes cuando tienes hambre, o cuando comes por tristeza. Duele la boca cuando callas lo que agonizas por dentro. Duelen los brazos cuando no te tienen cerca para quererte como mereces. Duele la nuca cuando caminas intentando no pisar las filas de hormigas acarreando trocitos de pan para alimentar a sus familias. Duele estar sentado en el banzo mirando pasar la gente y sentir que no tienes ganas de dar un paso. Duele pensar cómo de rápido pasan los años. Duele ver a esa niña que lloraba en los servicios, ahogando cada suspiro en el eco de las paredes frías de azulejos brillantes y blancos. Duele dormir y soñar que retrocediste en el tiempo y te reencontraste con aquellos vándalos que te torturaban. Duele verles ahora vestidos de adultos, disfrazados; felices e impunes por el dolor que te causaron. Porque la vida sigue. Y de nada sirvió guardar tu tristeza en un tarro de cristal. Dulces y negras, lágrimas con sabor a piruleta. Labios sellados con celofán.


Binomio fantástico: El arcoiris deprimido (octubre 2006)

Binomio fantástico: arcoiris + deprimido  
Literatura infantil (Universidad de Granada, 2006)

Érase que se era un mundo de tinieblas, en donde el tiempo tronaba en vez de pasar, en donde las gentes lloraban más que el respirar, en donde morían niños porque sus padres los abandonaban y los hombres se mataban los unos a los otros por pensar diferente. Érase una vez que se era un mundo de borrachos, un mundo en el que los políticos eran comerciantes de ilusiones y un mundo en cuyas escuelas enseñaban a envenenar. Érase un mundo de soledad, autodestrucción y violencia. Un mundo en el que, en vez de flores, brotaban de la tierra botellas de alcohol vacías y jeringuillas. Un mundo en el que, si no te mataba el tabaco o el ron, lo hacía la caída libre desde el puente más alto de la ciudad. Un mundo en el que las gentes morían en vez de dormir. Los cuervos asediaban  la ciudad y a cada paso, una paloma cadáver se descomponía alimentando al asfalto.

El Dios del Caos y su séquito reinaron durante muchos años, sembrando de dolor cada esquina, empujando a la decrepitud… Se infectaron todos, menos uno, el único que era consciente de la realidad, del mal derramado por ese ser tan despreciable y a la vez indestructible. Era un joven superviviente llamado Jorge, de ocho años, que vivía en lo alto de un edificio en ruinas, acurrucado entre periódicos y libros de todas las épocas que le habían servido durante mucho tiempo de doble cobijo. Había leído mucho y disfrutaba haciéndolo, había escrito incluso alguna que otra poesía y más de un ensayo, pero sobretodo, había aprendido muchísimo. Se pasaba las horas pensando y observando a la gente a través de una pequeña grieta, y sabía con exactitud lo que se cocía en el lugar. Pero no cómo solucionarlo, y estaba claro que él solo no podía… o eso creía él.

Un día, encontró un libro, entre tantos, que narraba la historia de un arco iris muy especial. Y la historia empezaba así…

“… érase que se era, no ha mucho tiempo pero si distancia,  un campo de amapolas, tan rojas como rojos rubíes sobre un mar de esmeraldas. La brisa del atardecer naranja las mecía de un lado para otro, de lo que resultaba un vaivén de cálidos olores y pétalos perdidos, en un siniestro sonar, como un silbido o el aullar de un lobezno miedoso. Los últimos rayos del sol rallaban el intenso color de aquél idílico paisaje, ahora rosado, que aguardaba con sosiego a que llegara la noche.

Un pequeño lago, a poquitos pasos de aquel lugar, suministraba agua a los arbustos y flores de las proximidades. Pero no era un lago normal como otro cualquiera; ya que sus aguas movidas dibujaban enroscadas virutas de color. Como consecuencia, todos los animales y las plantas que bebían de él eran también especiales. La razón de todo aquello era un joven aprendiz de arcoiris, que de tanto llorar se había desteñido por completo, arrojando toda la viveza de sus colores al lago, y empapando a todo el que se acercara a beber de sus aguas.

Anclado en la tierra y arropado por unos arbustos de azucenas, el pequeño arcoiris se imaginaba una vida mejor llorando un océano de lágrimas. Sus sollozos se hicieron eco en la inmensidad insomne y las penas llegaron a oídos de un sinfín de animales que se fueron acercando para ver qué pasaba, hasta rodearlo con una sinfonía caótica que le hizo volver a la realidad…”

A estas alturas, a Jorge se le ocurrió algo que quizás funcionaría… Había perdido toda su juventud haciendo planes para combatir el mal que intentaba adueñarse de él, había perdido amigos y había olvidado lo que era salir de casa para divertirse. Creyó que podría funcionar pero iba a necesitar una paciencia de hierro. Él era el arcoiris triste y quería solucionar las cosas, así que se puso manos a la obra y, sin perder ni una milésima de segundo, se enfundó en un abrigo azul y unas botas rojas y salió de casa.

Jorge entraba en las casas y se sentaba delante de los que allí vivían, les hablaba durante mes y medio y… aquellos enfermos volvían a la vida. Así lo hizo con todos hasta que un día, al fin, hizo de aquel mundo un maravilloso universo en el que todos derrochaban felicidad y armonía, como al principio del cuento que había leído.

Aquel día, los primeros rayos de luz matinales le despertaron sin compasión, y Jorge se levantó de la cama con un extraño sentimiento. ¿Había sido un sueño? Sí, lo era, pero era tan real… En fin, suele pasar a menudo, que no sabes realmente cuándo despiertas o cuándo duermes y sueñas. Efectivamente, había sido un sueño, comprobó mientras se pellizcaba en el brazo. Abrió las ventanas; “pronto empezará la primavera”, se dijo a si mismo mientras tomaba conciencia. Se hizo un café, muy cargado, como a él le gustaba, y unas tostadas. Todo había pasado, había sido un sueño y ya había pasado aunque tenía que admitir que había sido un sueño muy extraño y no conseguía quitárselo de la cabeza. Pero debía darse prisa si no quería perder el autobús que le llevaría a su trabajo.

Se estaba afeitando cuando tocaron a la puerta. Y oyó una voz que lo llamaba por su nombre, fue a abrir y se encontró a una anciana que le entregó una bolsita de tela atada con una cinta roja. La abrió mientras la anciana se alejaba. Dentro había una nota. Se quedó de piedra al leerla y sintió que todo le daba vueltas. Confundido, recordando aquellas palabras que había leído y que jamás olvidaría:

“Gracias por devolverme los colores y la sonrisa; cada vez que mires por la ventana pintaré el cristal de azul para que nunca olvides lo bonita que es la vida”.

… y el cielo, de pronto encapotado, empezó a reír…



24 octubre 2006

Amanece en la abadía (2003)


Amanece en la abadía.
Aurora de la mañana,
Clara, rociada con la vida,
Con el agua.

Amanece en mi mañana
Con temprana melodía
De las flores que, con olores,
Me despiertan lentamente.

Amanece y es de noche;
Pequeños jilgueros
Cantan esperando el día,
Desde un rincón.
Amanecen perlas y girasoles
En el horizonte, ya esperan
Los sueños contradictorios
Tempranos de la primavera.

Composición a tres voces (2003)


Piano agonizante, en un bar
De Londres, mientras señoritos,
De lo más variopinto,
Con bigote y anteojos, fuman.
Con majestuosas y grandioso gesto,
Puros negros, grandes y caros.

Piano agonizante que llora, que grita,
Que muere, que entre el humo
Y las voces de un bar
De Londres, solitario, responde
A la llamada de la Musa que, transparente,
Acaricia sus dedos blancos
Y arranca de su alma hueca,
Al compás del tiempo, sollozos
Armónicos y enarmónicos.

La noche en un piano-bar
Mece el espíritu de una Niña.


















Blanca De Uña Martín

(2003)

¿Qué es música? (2000)


Música es percibir la fragancia de una flor
con tan solo contemplarla.
Música es nadar en un océano de sentimientos.
Música es agrandar el alma y ofrecer nuestro corazón.
Música es un caballo libre en el crepúsculo de un atardecer.
Música es transformar la belleza en melodía.
Música es la magia de la naturaleza.
Música es hablar sin palabras.
Música es un dibujo abstracto.
Música es tu refugio.
Música es poesía.


Libertad (Poetas del 27, concurso provincial año 2000, finalista)

Libertad, ligereza,
el abrazo indoloro
de la vida;
el prestigio del alma.

Libertad, libertad:
¡Gritad al alba!
¡Resurjan mariposas!
De agua llenad vuestros
besos;
Dadme vasos,
Que quiero atrapar
El aire…

Coge mi mano,
Mira qué frío.
Mírame a los ojos:
¡Que quiero abrazarte!














(Concurso provincial: Poesía para escolares, “Poetas del 27”. Finalista)